La dificultad principal, en la relación fraterna, es que la rivalidad y la competencia puedan llegar a eclipsar al cariño y a la colaboración.
Cuando recibo consultas familiares, me resulta particularmente interesante trabajar la relación entre hermanos. Al realizar este tipo de entrevistas, he podido encontrar un factor común para la mayoría de los casos: muchas veces, los conflictos actuales entre hermanos se remontan a rivalidades que tenían de pequeños y que se han sostenido en el tiempo.
El caso más frecuente se origina en las supuestas preferencias de los padres por uno de los hermanos, en detrimento del otro; es que todos ellos han querido siempre ocupar el primer lugar en el corazón de los padres. Detalles que parecen bobos (que una mamá le haya comprado ciertos caramelos a uno de sus hijos, por ejemplo, y al otro no) cobran la dimensión de hechos cruciales, que convierten a un hermano en el elegido y, en consecuencia, el rival.
Otro terreno propicio para la rivalidad se da cuando uno de los hermanos, ya mayor, elige una pareja; otro hermano puede no aceptar con agrado la situación: boicotear a la persona “recién llegada”, porque siente celos. Esos celos fogonean la rivalidad fraterna.
Por otra parte, hay familias en las que el sexo masculino tiene todas las prerrogativas y, en cambio, las mujeres son descalificadas. Eso lo he notado, por ejemplo, cuando existen empresas familiares en las cuales los lugares de poder van a parar a los hermanos varones, mientras sus hermanas, por mucho que se esmeren, quedan al margen: es inevitable el surgimiento de odios y rencores difíciles de recomponer.
Las rivalidades de la infancia se reactivan en diferentes etapas de la larga relación entre hermanos. Un hermano se amarga porque el otro es más atractivo o más exitoso, o tiene más dinero, o es más inteligente, o mejor deportista, o tiene una ideología diferente…; la rivalidad puede construirse con cualquier material. Y cuando llega la vejez y la muerte de los padres, se presenta la mejor ocasión para reponer en escena todas esas emociones intensas y nefastas. Será fácil encontrar un hermano favorecido o perjudicado, ya sea a la hora de organizar el cuidado de los padres, ya sea en la partición de la herencia.
Y todo esto es más intenso aún cuando los hermanos son del mismo sexo o tienen corta diferencia de edad.
Siempre pensé que una de las claves para que la relación entre hermanos sea positiva y para que haya más colaboración que competencia, es que los padres favorezcan este vínculo desde la infancia de una forma constructiva. Creo que fomentar y estimular el afecto y la solidaridad entre los hijos ayuda a crear ese sentimiento de pertenencia, tan hermoso, y que nos es tan útil y contenedor en todas las etapas de la vida. Obviamente, las personas somos diferentes en cada vínculo que formamos. Los padres somos diferentes con cada uno de los hijos. Ellos nacieron en momentos distintos, en circunstancias diferentes. Pero la unión entre los hijos depende mucho de lo que hacen los padres para lograrla. Hay padres que promueven peleas y otros que tratan de evitarlas. Creo que lo más importante es que se puedan generar conversaciones íntimas y reflexivas sobre los sentimientos de cada uno.
¿Cuáles son nuestros recursos para lidiar con las rivalidades? Tratar de aceptar las inevitables diferencias, poder hablar de lo que nos pasa. Desde el enojo es muy difícil arreglar o resolver nuestras dificultades. Por eso es indispensable aliviarnos, relajarnos y, desde allí, empezar a conversar.
Otro recurso importante, para nutrir el vínculo, es rescatar, entre hermanos, todos los momentos de su historia en común que se recuerdan como felices: fechas, conversaciones, juegos, relaciones con los primos u otros familiares, travesuras y sus eventuales consecuencias, anécdotas e imágenes de los padres cuyos códigos sólo los hijos pueden entender. Tales conversaciones ayudan a crear un clima de comprensión y entendimiento, que permite encontrar alternativas nuevas para la relación fraterna.
Es inevitable que, en algún momento, los hermanos rivalicen. Pero, justamente, la superación de esa rivalidad es la escuela que les permite aprender, al mismo tiempo, a competir y a resolver conflictos.
Lic. Alicia Bittón
Psicóloga Clínica
Terapeuta familiar y de pareja
Quien acaba de publicar su primer libro "Hermanos, Luces y Sombras" por la editorial Psicolibro.
Reseña> Hermanos, Luces y Sombras de la Lic. Alicia Bittón
Es un libro que analiza en diversos capítulos la compleja relación entre hermanos. La autora, especialista en terapia familiar y de pareja, con una enorme experiencia clínica, asume el desafío de echar luz sobre estos vínculos para lo cual tipifica y sectariza en capítulos el vasto campo de la hermandad.
Basada en su comprensión y empatía para conectarse no sólo se plantea preguntas sino que deja aparecer las voces de innumerables casos que muestran la diversidad de posibilidades que tienen estas relaciones. Desde el hijo parental con el que se abre el libro hasta las herencias, pasando por rivalidades, encuentros y desencuentros, el hermano ausente, los gemelos, el hermano con discapacidad, los hermanos ensamblados, pareciera que Bittón no deja espacio sin analizar con su lupa exhaustiva. Es un libro que puede interesar no sólo a profesionales dedicados a familia sino a personas interesadas en indagar y reflexionar sobre sus propios vínculos.